“Nuestro corresponsal aéreo”
Meat Loaf – Bat out of Hell – 1977
GRUPO: Meat Loaf
TÍTULO DEL ÁLBUM: Bat out of Hell
AÑO: 1977
ILUSTRACIÓN PORTADA: Richard Corben
Esto es un página de portadas de discos así que si tienes poco tiempo, puedes pasar más adelante a la chicha, ya sabes, el famoso TLDR.
Antes que nada, una declaración de exención de responsabilidad. Así vamos a encontrar todo lo que me chirría en un disco de rock. Excesos instrumentales no siempre justificados; solos de guitarra interminables, solos de bajo, hay un momento en que los 2 se hilan, primero guitarra y luego bajo; estribillos preparados para ser coreados en estadios a rebosar de adolescentes enfervorecidos; esos espantos que fuera llaman power ballads y aquí baladas jevis; coros aniñados… No falta nada. Así que mi recomendación debe ser tomada con cuidado. Quizá sea un placer culpable pero la cosa es que de verdad me gusta. Bien dosificado, dejando pasar mucho tiempo entre escuchas, pero sí. No lo había oído entero hasta que lo compré, solo por la portada, en una tienda de discos de segunda mano de Edimburgo (esto no aporta nada, lo sé, pero farda). Lo puse y me sorprendió favorablemente. Ese mismo día me compré el Bad for good de Jim Steinman en solitario y también por la portada, pero no me gustó tanto. Y además esa ilustración ya la tenía en un número de la revista 1984.
Cerramos declaración y al lío.
Ver los datos de ventas de discos siempre depara sorpresas. Dentro de que estos números son discutibles y discutidos casi por definición, todavía en 2021 el tercer disco más vendido de la historia por detrás de Thriller de Michael Jackson y Back in Black de AC/DC, y más o menos empatado con The Dark Side of the Moon de Pink Floyd, sigue siendo Bat out of Hell de Meat Loaf. No los Beatles, Madonna ni ABBA. Meat Loaf. El disco más vendido de la historia en Australia, vaya usted a saber por qué.
No es lo que uno esperaría, desde luego. Hay discos que son evidentes y otros que juegan al despiste. Bat out of Hell conjuga extrañamente las dos cosas. Desde la portada tiene elementos básicos de rock duro pero la estructura es la de una ópera planteada como un musical y dentro oscila entre los dos extremos. Es puro Steinman con sus virtudes y vicios. A ratos histriónico y ampuloso, con momentos que hacen que Bon Jovi parezca humilde, y a ratos de un intenso intimismo, en la línea melodramática de su admirado Spector; también hay momentos de una seriedad demasiado intensa, de la de encender en el concierto antes mecheros y ahora móviles. Puede que sea en parte porque en origen se compuso para un musical y, por tanto, muchos elementos tenían que ir supeditados a la estructura narrativa. Y también porque no produce él sino Todd Rundgren, y se juntan el perfeccionismo y la grandilocuencia de uno con el enfoque directo, casi lo-fi, del otro. El resultado acaba en un punto no intermedio sino extrañamente cercano a ambos, como cuando Lennon y McCartney tocaban las canciones del otro, uno para quitar y otro para poner y el resultado superaba la suma de sus partes.
El disco parte de las canciones que había compuesto Steinman para un musical que originalmente iba a ser un Peter Pan de ciencia ficción, y que fue reciclado en un dramón de amor adolescente y final tremebundo. Conserva un cierto tufillo al Broadway roquero de la época, afortunadamente matizado tanto por la producción final de Rundgren, (un poco) más directa, como por la participación de músicos de la E Street Band que aportan un agradecido toque springsteeniano. De hecho, y por mucho que Steinman lo niegue, hay momentos que parece que alguna canción procede de las grabaciones de Born to Run, como You took the words out of my mouth que a ratos suena como si a Thunder Road le hubieran puesto las percusiones de Phil Spector para las Ronettes.
Toda esta mezcolanza se sostiene por el oído de sus impulsores y por el inmenso talento vocal de un Meat Loaf arrollador, capaz de pasar de una intimidad vulnerable a la épica más ampulosa en unos pocos compases y volver igual de rápido al dolor anterior sin caer en el ridículo ni la impostura. Capaz de dar seriedad y empaque a la citada You took the words out of my mouth, después de una introducción en la que un ¿lobo? y su víctima hacen un delirante recitado inspirado en el diálogo de Caperucita…Estos momentos de kistch desatado, de los que hay varios en el disco, junto a que compositor y cantante se conocieron en un espectáculo de la revista satírica National Lampoon (donde entraron a sustituir nada menos que a John Belushi y Dan Aykroyd, los futuros Blues Brothers) y a que contrataran a un cachondo como Rundgren, apuntan a cierta intención burlona, pero no sé si diría que al 100%. Mi anécdota favorita de la carrera de Steinma es cuando para grabar un videoclip se contrató a Ken Russell. Supongo que alguien llegó a la conclusión de que necesitaban un director excesivo y nadie lo era más que Russell. El video se grabó 20 años después y alguien quiso hacer un homenaje. La idea que les propuso terminaba con la imagen de la portada pero como no podían salir del subsuelo decidieron que el motorista subiera por la escalera de un campanario y saltara desde lo alto mientras estallaba todo a su alrededor. Cuando por fin encontraron una iglesia que reunía las condiciones para el rodaje, fueron para allá y se llevaron la enorme sorpresa de que les negaron el permiso. Años después, Russell y Steinman seguían extrañados, sin entender por qué se les negó.
TLDR
Todo ese rollo previo (si no te lo has saltado, claro) es solo la justificación de por qué el disco está mejor de lo que parece, pero no la razón de por qué lo he elegido. Ya dije que lo compré por la portada, una ilustración de un grande entre los grandes: Richard Corben.
Si leías tebeos a principios de los 80 y habías dejado la infancia atrás, o estabas en ello (sobre todo si estabas en ello), sabías quién era Richard Corben. Da igual lo que leyeras, superhéroes, clásicos, línea clara o chunga, lo que fuera, sabías quién era. El único autor a su altura era Moebius.
Nos gustaba tanto porque sus dibujos tenían algo especial que los hacía únicos. Entonces no teníamos claro qué era pero sí veíamos que, aún siendo caricaturescos, eran extrañamente realistas. Luego empezamos a apreciar que era por el volumen que tenían, una habilidad que creíamos innata para usar la luz y que todo adquiriera corporeidad sin perder expresividad. Más adelante supimos que no, que era un proceso más complejo que había empezado a utilizar en su juventud trabajando de animador.
Y, finalmente, y sobre todo, es un gran contador de historias, la más necesaria aptitud en un historietista. Siempre fue capaz de sostener con su habilidad guiones muy a menudo demasiado endebles, el talón de Aquiles de su obra: no era buen guionista y tampoco tenía ojo eligiendo colaboradores. Para ser una estrella con la que hubiera trabajado gustosamente la mayoría, de sus habituales solo Jan Strnad y Bruce Jones pueden considerarse realmente buenos. Una lástima: aunque su maestría hace que hasta sus peores historias resulten entretenidas y fáciles de leer, no tuvo tantas obras definitivas como debería haber tenido alguien con su talento.
Sus historias tenían de todo y todo exagerado: acción, humor, cuerpos tremendos, muy a menudo desnudos. Sus personajes solían ser héroes trágicos, muchas veces abandonados a su suerte en situaciones que no siempre entienden. Es decir, exactamente lo que representaban las melodramáticas canciones de Steinman. Y además, su dibujo siempre tiene un dinamismo muy apropiado para una música que muchas veces tiene una estructura teatral, en la que parece que las coreografías están implícitas, como en un musical. Si a eso le unimos que la carnalidad visual encajaba como un guante con una música musculosa y a ratos sensual, no es difícil concluir que estaban hechos el uno para el otro.
Como el disco, la portada es evidente y engañosa a la vez. Es un guiño al juego de palabras del título: bat out of Hell es una expresión que podría traducirse como pollo sin cabeza o también como alma que lleva el diablo, pero manteniendo el motivo motero del disco, ofrece una lectura literal de la frase. Toma tópicos roqueros, el cachas melenudo y la moto con una especie de mascarón de proa monstruoso, los compone de una forma más cercana a un guerrero de espada y brujería sobre un dragón o algún tipo de montura infernal. Si estuviera en llamas sería el perfecto Motorista Fantasma, aún mejor que el que dibujó para la Marvel 30 años después. Por otra parte, el murciélago del título es un elemento secundario en la composición, casi escondido en el primer vistazo pero esencial una vez descubierto, siendo a la vez observador y admirador, posible aliado y amenaza. Lamentablemente esa brillante ambigüedad se resolvería en las continuaciones, que en el rock duro sutilezas las justas, qué se le va a hacer. Y ya puestos, vistieron al protagonista, por supuesto de cuero negro, dándole un aire más de malote al uso pero despojándolo de la inquietante inocencia del original con ese aire de violencia primordial e imparable.
Aunque su obra se había iniciado en el underground, donde lo habitual era encontrar antihéroes, sus historias bebían del héroe clásico, seres románticos luchando sin desmayo causas muchas veces perdidas y amores imposibles que al final triunfaban con todo en contra. En ese sentido, siempre estuvo mucho más cerca de la historieta mainstream que de la contracultura a pesar de la enorme carga erótica de sus dibujos: seguía siendo una sexualidad primigenia, casi animal, exenta de malicia, muy en la línea de lo que se buscaba para el disco. En los tebeos de Corben, como probablemente en las ensoñaciones posadolescentes de Steinman, solo los peores villanos usan el sexo con otras intenciones.
Y finalmente, el color. El color de Corben era único. Creíamos que era aerógrafo y pasaría mucho hasta que averiguamos que no lo era, que era infinitamente más complicado. Si alguien está interesado en saber cómo conseguía esos efectos, y lo que hablamos antes de la iluminación, y en general cualquier cosa, vaya, recomiendo el magnífico libro «Richard Corben. Un rebelde tranquilo» (editorial Sins entido, 2004). Una obra maestra que instruye deleitando, un ejemplo sin parangón de cómo analizar un autor siendo al tiempo riguroso y ameno, una muestra, en fin, de que el ser humano puede alcanzar la perfección. También podría valer «Vuelo a la fantasía» (ed Toutain, 1981) pero es mucho menos recomendable aunque sea más vistoso, tenga más páginas y de mayor tamaño, tenga color y a primera vista parezca dedicar más espacio al tema. Mola menos y es más caro. Un timo.
Agustín Oliver
El tal Agustín sabe mucho…
Ya te digo…satisfecha estoy conmigo misma por haber llegado al final y haber aprendido algo…Meat Loaf tiene un estilo teatral en la voz inconfundible y la portada me parece brutal…digna de estudio freudiano
Se me olvidaba…¿alguien puede decirme qué significa TLDR?…¿Te lo digo resumido?
Estoy de acuerdo con P. Almera, si que sabe el tal Agustín.
Vive Dios!!!