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“Vivir o grabar”
Frenillos – Frenillos – 1987

GRUPO: Frenillos
TÍTULO DEL ÁLBUM: Frenillos
AÑO: 1987

Vivir o grabar

No sé en qué momento pasamos de vivir a documentar la vida. Lo digo con conocimiento de causa. A mí me han grabado por la calle, sin yo pedirlo y simplemente por existir.

En una de muchas ocasiones, en Lavapiés, un señor con coleta y gorro de fieltro me siguió tres manzanas cámara en mano. Cuando le pregunté qué hacía, me dijo: “Perdona, es que estás caminando con una seguridad que necesitamos para unas sesiones de coaching para hombres beta”.

Así empezó mi carrera como referente de la virilidad urbana. Nunca he cobrado por ello, pero reconozco que empieza a agobiarme.

Hablando de mujeres, hace años tuve una relación con una chica que tenía una curiosa adicción: grabar sus poses de gallina en nuestros momentos íntimos. Me ahorraré los detalles, pero os aseguro que era difícil concentrarse con una cámara Nikon Z8 en una mano y una Canon EOS R1 en la otra (decía que le era muy difícil elegir entre una de las marcas y no quería encasillarse).

— Pásame la Canon.
—Pero cariño, es el momento de consumar…
—¡Y eso no se repite! ¡Ponte en diagonal, aprieta los glúteos y sonríe como si no supieras que estás siendo grabado!

Cada vez que hacíamos algo memorable, ella sacaba el móvil. Luego el aro de luz. Luego el trípode. Luego, cuando los avances tecnológicos lo permitieron, me sugirió instalar un dron que nos siguiera automáticamente en nuestras citas.
Yo ya no sabía si la estaba besando o ayudando a hacer un corto nuestro primo Luis Sánchez.

Con los conciertos pasa igual. La emoción, el directo, la entrega, el subidón… todo queda supeditado a si el plano está bien encuadrado o si el pulso aguanta 3 minutos sin parecer que estamos grabando desde el interior de una batidora. Entiendo a Bunbury.

Nos hemos convertido en una generación de notarios del presente. Si no lo grabamos, parece que no pasó.

Pero ¿y si el recuerdo no necesita batería?, ¿y si lo que importa no es cómo se vio, sino cómo lo viviste?, ¿y si la memoria es justo lo que hace que un momento sea… tuyo?.

He llegado a una conclusión sencilla: no necesito pruebas de lo que viví si lo viví con amigos.

Igual que no hay selfie que capture un orgasmo decente (diga lo que diga aquella chica), tampoco hay vídeo que transmita lo que sentiste cuando aquel guitarrista atacó el riff o cuando José María Granados termina los estribillos gritando “¡Chica!” y tú tienes el corazón en la boca y el tercio en alto.

Así que la próxima vez que estés en algo deja el móvil en el bolsillo, que tu cabeza grabe. Que el recuerdo no se guarde en la nube, sino en el corazón.

Si grabar es dejar testimonio de que algo pasó, existe algo aún mejor: lleva testigos, hazte acompañar de amigos. En pareja, haz tríos, que la experiencia no la veas en vídeo… sino en los ojos del que estuvo contigo. ¡Grande el del batín de seda!, adoro a este tío.

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