«La fidelidad de los cuerpos errantes (y sudorosos)»
Crónica del concierto de Lori Meyers – 25/07/2025
GRUPO: Lori Meyers
UBICACIÓN: Real Jardín Botánico Alfonso XIII (UCM)
FECHA: 25 de julio de 2025
Ayer por la noche, Madrid volvía a sonar con los compases lentos —y pegajosos— de un verano que ya empieza a quemar por dentro. Qué ganas de vacaciones tenemos los amigos vinylrouteros que aún seguimos en la capital, con la jornada intensiva como único consuelo y el ventilador como mejor amigo.
En el Jardín Botánico de la Complutense, los árboles —sabios y muy probablemente andaluces en otra vida— observaban en silencio cómo el ejército de fieles errantes de Lori Meyers se iba sentando poco a poco, cerveza Alhambra en mano y abanico en la otra, como mandan los cánones estivales.
Y entonces, el contador.
Diez, nueve, ocho… y en cada número, como siempre que voy a un concierto, un recuerdo: las canciones escuchadas en un casette en un coche prestado (gracias mamá por ese Citroen Ax que me ha llevado a tantos sitios), festivales donde sobrevivíamos a base de bocatas y reflex (y cerveza), los vinilos que ya no suenan pero siguen latiendo…
Cuando el cero explotó, Granada se coló por los altavoces con toda su artillería emocional. Lori Meyers subió al escenario con el oficio de quien lleva más de veinte años escribiendo su propio idioma.
“Hacerte volar” abrió la noche con una elegancia desbordada, parecía escrita para ese momento exacto, con la penumbra de los focos y la penúltima luz del cielo madrileño. El público estaba tímido, como en esa primera cita en la que nadie quiere pedir postre por si es caro.
Pero claro, eso no iba a durar. Bastaron las notas reconocibles de “Planilandia” para que algo hiciera clic en el ambiente. Entonces se rompió el hielo, la barra y posiblemente alguna sandalia. Una euforia callada que fue creciendo, contagiando al de al lado. Y El Botánico se puso de pie. Ya no había vuelta atrás.
Comunión absoluta cuando sonó “Emborracharse”, ahí no hubo pudor que resistiera. Nos entregamos al baile, y a dejarnos los pulmones cantando la canción. Vasos alzados y coros en espiral. Esa canción que alguna vez fue un desahogo cantándola a grito pelado sola en el coche, ayer se convirtió en una promesa cumplida: aún podemos perder el control con estilo
Y así continuó el concierto. Y como mandan los clásicos, llegaron los bises. Porque sin bises, no hay redención. Allí sonó “Mi realidad”, entre otras, para hacer un cierre apoteósico con “Alta fidelidad”. Impecable, como una despedida sin lágrimas, pero con nudo en la garganta. No podían haber elegido otra. Porque Lori Meyers es eso: fidelidad. Alta. Constante. Melódica. A las canciones, sí. Pero también a esa mezcla exacta de melancolía bailable, de pop con acento andaluz, de estribillos que se tatúan sin tinta, porque para mí son los reyes de los estribillos.
Hay conciertos que no se terminan nunca. Que siguen dentro, sonando bajito, como un secreto bien guardado. Anoche, en el corazón del Botánico, Granada volvió a inventar Madrid por un rato.. Y qué bien nos vino.
Ángeles Pastor