«El corresponsal en ruta»
Serrat & Sabina – Dos pájaros de un tiro – 2007
CANTANTE: Serrat & Sabina
TÍTULO DEL ÁLBUM: Dos pájaros de un tiro
AÑO: 2007
DISEÑO LOGOTIPO PORTADA: Roberto Fontanarrosa
INCLUSO EN AQUELLOS TIEMPOS
La primera vez que conduje un Cadillac no fue ni en un pueblo con mar ni una noche después de un concierto. Fue un 22 de mayo de 2019 en un caminito perdido en un bosque de la provincia de Ávila. Aquel día fue la primera vez que conduje un coche americano, y me inicié con nada menos que con un Cadillac, un El Dorado descapotable de 1971, de la prestigiosa marca estadounidense cuyo eslogan era: “Cadillac, the standard of the world”.
La historia que les voy a contar es una que salió en los periódicos, literalmente. Pero antes, quiero comenzar haciendo una reflexión sobre lo caprichoso que es el destino o la casualidad. Un día antes, el 21 de mayo de 2019, visité por primera junto a mi amiga Esther, gran amante de la historia del arte, el Museo Sorolla, un pintor sinónimo con la costa del levante y que supo plasmar la luz de Valencia con una maestría incomparable. Paradójicamente, este recomendable museo se encuentra en Madrid, esa ciudad invivible, pero insustituible en la que el mar no se puede concebir. Mientras boquiabiertos contemplábamos los cuadros, el silencio de las salas llenas de arte se rompía en mi cabeza con una dulce melodía que se pregunta: “qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo”.
Quién me iba a decir que apenas 24 horas después iba a conocer a otro gran artista llamado Joaquín y al autor de la canción que sonaba en mi cabeza en bucle durante aquella visita al museo. Lo bonito de esta historia es que, al igual que muchas de las mejores cosas en la vida, vino por completa sorpresa, sin esperarlo. En aquel momento estaba sacando las peores notas de mi vida en la universidad, y estaba profundamente desanimado con la carrera, en los ratos en los que debería estar estudiando me estrené en el mundo laboral, y tuve la suerte de poder trabajar en actividades relacionadas con los coches clásicos, en un primer momento de chófer/guía turístico, y al poquito tiempo un amigo me presentó a un chico que era dueño de una empresa de alquiler de coches americanos para bodas, rodajes y eventos, y aquel 22 de mayo fue mi primera toma de contacto con el mundo del “haiga” estadounidense que a mi tanto me gustan, por algo me llaman “Javillac”.
Pues bien, yo había acabado el curso hacía apenas una semana, y de repente estaba “viviendo el sueño”, montado en un descapotable destino Ávila con el sol de mayo bronceando mis dos brazos a partes iguales. No sabíamos con quién íbamos a trabajar ese día. Yo iba mentalizado con que sería algún artista moderno que no me causaría gran entusiasmo, pues estos coches suelen ser alquilados en su mayoría por “reguetoneros” o “traperos”. Pero yo iba de copiloto en un flamante Cadillac rojo, en un coche así no existen preocupaciones más allá del precio de la gasolina.
Paramos a comer en la Cruz Verde, donde fuimos la envidia de todos los moteros que iban de ruta aquel día. Después a eso de las tres de la tarde llegamos al destino, una carretera de gravilla alejada del mundo en Ávila. Allí nos esperaba una caravana y unas cuantas mesas de catering de las que me daba corte coger nada. Nos recibió un señor bajito con marcado acento catalán que nos indicó dónde dejar el coche, y que después de saludarnos amablemente nos preguntó: “¿Bueno, sabéis para quién hacemos hoy la sesión de fotos?” La verdad que no teníamos ni la más remota idea. Tras unos segundos de silencio nos respondió efusivamente diciendo: “¡Con Sabina y Serrat!” En ese momento me convertí en la definición de ojiplático. De repente el Cadillac El Dorado pasó a segundo plano, los protagonistas pasaban a ser dos de mis artistas más admirados. Yo no lo supe hasta más tarde, pero el fotógrafo era Jordi Socías, conocido por su labor como fotoperiodista y por sus retratos de celebridades.
Los cantantes llegaron a eso de las cuatro de la tarde. Se bajaron de un microbús y tras saludar a todo el equipo se cambiaron en una caravana y empezó la sesión de fotos. Había que contener el entusiasmo, pues al fin y al cabo todos estábamos trabajando y nadie quería entorpecer a nadie. Me sorprendió la capacidad de Joaquín Sabina de combinar cigarrillos con vasos de tequila, casi matemáticamente, cada 5 minutos, fumaba y después se bebía un vasito.
Mientras se tomaban las fotografías hablamos un buen rato con dos mujeres que estaban en el rodaje, charlamos de todo un poquito y eran muy agradables. Días después me enteré de que eran Candela Tiffón y Jimena Coronado, la esposa de Joan Manuel Serrat y la pareja de Joaquín Sabina respectivamente. Nunca he estado muy puesto en las vidas sentimentales de los artistas, así que es quizá por esto que la conversación fue tan fluida y amable, pues de haberlo sabido quizá me hubiese puesto algo nervioso.
Hubo un momento en el que nos quedamos a solas con Joaquín Sabina, que estaba sentado en una silla frente al Cadillac fumándose un cigarro. Rompimos el hielo con él dándole recuerdos de la dueña de un bar de Londres en el que Sabina tocaba cuando era un chaval, años antes de que le llegase la fama. El artista sonrió y dijo que se acordaba mucho de aquella mujer que le dio la oportunidad de iniciarse en la música, aunque fuese a cambio de un plato de comida.
Después, aproveché para transmitirle unas palabras de admiración a Sabina. Comencé diciendo con voz muy nerviosa: “Yo, Joaquín, soy un gran admirador suyo…” En ese momento Joaquín me hizo un gesto para que dejase de hablar y dijo: “Admírame todo lo que quieras, pero, por favor, no me trates de usted”. He de reconocer que me costó acostumbrarme a tutear a Sabina. Le comenté que en mi familia somos grandes aficionados de su música, en especial mi primo y mi abuelo, ambos llamados Luis. Le dije a Sabina que mi abuelo era paisano suyo, de Jaén, concretamente de Baeza, y que nunca solía hablar de música, pero la figura de Sabina era una de la que él siempre mostraba admiración, quizá por su afinidad en lo político, especialmente en aquellos años 80. Mi primo por otra parte es de otra época, por fortuna ha recibido una educación infinitamente mejor que la generación de mi abuelo, así que desde una edad temprana me enseñó a buscar la belleza en las letras de las canciones, y con “Medias Negras” o “Princesa”, comencé a apreciar el arte de la obra del jienense. Por algún motivo me quedé muy tranquilo expresando a un genio del calibre de Sabina cuantísimo había influido su música en nuestra familia.
A continuación, volvió Serrat, y nos hicimos unas fotos, pero nada a lo “Pacto entre caballeros”. El catalán es algo más serio que Sabina, pero es otra persona muy agradable y educada. En lo que quedaba de tarde los artistas hacían caso omiso a las indicaciones del fotógrafo y se intercambiaban bromas, risas y comentarios, que harían las delicias de la sección de cultura de cualquier medio.
A última hora, Sabina se despidió dándome la mano y diciendo “ha sido un placer”. Serrat se nos acercó cuando estábamos subiendo al coche y nos pidió un favor, dar una vuelta en el Cadillac, y cómo no vas a invitar al hombre autor de “Mediterráneo” o encargado de poner música a los versos de Antonio Machado a un paseo. Así pues, la anécdota del día fue cuando Serrat iba solo en el enorme asiento trasero del Cadillac por ese olvidado camino abulense, una carreterita tan estrecha que tan solo podía circular un vehículo. Fue entonces cuando nos cruzamos a dos lugareños con un Jeep, a los que cedimos el paso y se pararon un buen rato con nosotros a hablar de lo impresionante que era el coche. Después de unos dos o tres minutos se fueron y le dije a Serrat: “Menos mal que no se han dado cuenta de quien iba atrás”. A lo que respondió riéndose: “Sí porque si no se nos hace de noche”.
Finalmente, Serrat se despidió de mi dándome un abrazo, y mientras subía al microbús el fotógrafo se acercó y dijo: “Probablemente esta sea la última sesión de fotos que se hagan estos dos”. A lo que tuve que decirle que no tenía que ser tan agorero, que la gente va yendo a ver a los Rolling Stones creyendo que va a ser su último concierto desde los 60. Este se rio y me dio la razón, y bueno de momento, dos años después, mi pronóstico se cumple y parece que seguirán dando guerra en los escenarios unos años más, al menos cuando el covid lo permita.
El broche final llegó por la noche, cuando pude por fin conducir el Cadillac El Dorado del 71 y fuimos a cenar a un restaurante mexicano. Ver aparcar a un chaval de 19 años una barcaza de casi seis metros fue todo un espectáculo. El dueño del local tuvo que salir a mover su moto y unos cubos de basura para que el coche entrase, pero bueno, conseguí conducir aquel haiga que me sacó una sonrisa de oreja a oreja, que en otra ocasión hubiese sido el mejor momento del día, pero aquel día se quedó a la cola de otros muchos, que he contado y que me quedan por contar.
Por último, me queda mencionar un disco de estos dos genios. Tengo varios vinilos de ambos autores: Física y Química, Mediterráneo, Malas Compañías, Dedicado a Antonio Machado… Todas obras fantásticas y altamente recomendables. Pero, ¿con cuál te quedas? ¿Serrat o Sabina? ¿Papá o mamá? Necesitaba un disco con el que matar dos pájaros de un tiro, y precisamente en mi sección de vinilos modernos encontré la respuesta con el mismo nombre. “Dos Pájaros de un tiro” es un doble LP de un concierto que estas dos leyendas dieron en Madrid en 2007. En este aparecen temas míticos que no dejan indiferente a nadie como “19 días y 500 noches”, “Penélope”, “La del pirata cojo” o “Tu nombre me sabe a yerba”. Incluso una versión del “El Muerto vivo”, popularizado por Peret.
Me queda para el final agradecer a mis compañeros, pero en especial a mis compañeras de periodismo afines a VinylRoute por haber llenado de luz una carrera en la que hace dos años solo veía nada más que tinieblas. Y por haberme aguantado las 1.000 veces que les he contado esta historia que hoy escribo para la web. Ya que esta es la 1.001 quería dejarla por escrito, espero que no les importe. Fueron ellas quienes por mi 21 cumpleaños me regalaron el disco del concierto y acertaron de pleno. Tanto fue así que ya lo tenía en mi colección, pero me hizo mucha ilusión el detalle, no por lo material en sí, sino porque esto significaba que les había gustado mi historia.
Como una pequeña reflexión final cuando tenía 19 años pensaba que no tenía nada que contar, y de repente la vida me dio oportunidades como esta con Sabina y Serrat. Hoy ya no participo en esos rodajes que tanto me gustaban, pero unas cosas llevan a las otras, y hoy tengo cosas que contar y un medio en el que hacerlo. Y yo que siempre cumplo un pacto cuando es entre caballeros, tenía que escribir esta crónica.
Javier “Javillac” Ramiro Requena
Uy, vaya crónica, corresponsal en ruta. Muchas gracias por compartirla !! Yo que no distingo entre una tartana y un coche que haya costado un pastizal, con los Cadillac hago la excepción, me encantan las «historias» de los modelos que sacaron, así que sumado a las anécdotas de los dos músicos, tu crónica me ha chiflado. Gracias. Hoy tb.
Corresponsal en ruta, me alegro que hayas decidido compartir esta historia con los que no la conocíamos, aunque sea la 3001 veces que la cuentasss
Serrat y Sabina creo que son dos grandes, y no creo que haga falta que me extienda mucho hablando de ellos.
Y Javillac me alegra que entre tus compañeros, tú mismo y este medio dónde te desenvuelves guay, te hayas puesto las pilas y hayas abandonado ese momento de tinieblas
Enhorabuena por tu crónica Javillacccc
Javillac me has dado en lo que más me gusta. Dos de mis tres cantantes favoritos (el otro era Aute). Envidia, pero malsana por haber compartido esos momentos con ellos. El concierto ese lo vimos varias veces ese año, igual que los siguientes o los que han hecho solos. Me encantan juntos y por separado. Además hablas también de mi pintor favorito, el pintor de la luz, Sorolla. Me has ganado del todo ❤. Y el Cadillac que decir. Olé tú y tu crónica ????
Que historia más potente Javillac. Gracias por contarla, es una pasada.