«El Corresponsal Indie»
The Beach Boys – Pet Sounds – 1966

GRUPO: The Beach Boys
TÍTULO DEL ÁLBUM: Pet Sounds
AÑO: 1966

Apocalipsis Indie (Parte IV)

Día 4

Despierto con la boca pastosa. Me desperezo y estiro mientras echo un vistazo a mi alrededor.

No encuentro a los niños por ningún lado y tampoco se les oye discutir ruidosamente como suelen hacer, intento discernir dónde pueden haberse metido y me llevo las manos a la cabeza para ayudar a mi cerebro embotado a arrancar. Me doy cuenta de que alguien me ha pegado un post-it en la cabeza.

Lo despego y lo leo, es la letra de mi mujer. “No te preocupes por los niños, conmigo estarán mejor. No intentes buscarnos. En lo demás, te deseo suerte.” Por la parte de atrás con la letra de mi hijo aparece el siguiente mensaje: “Como tendrás comida suficiente con lo que hemos sembrado, nos hemos llevado el Dog Chow, los gusanitos, la harina y la leche”.

Me siento doblemente traicionado, por un lado, la mujer a la que he hecho feliz durante tantos años me ha dado la espalda y me cree una especie de perturbado; por el otro, mis hijos a los que he intentado salvar de un desastre seguro, me son arrebatados y aprovechan para llevarse todas mis provisiones, sabandijas.

Me siento a meditar mis posibilidades y mis próximas acciones. Me vuelvo a quedar dormido.

Despierto y veo que al menos lo que plantamos el día anterior parece haber dado fruto, se ven unas hermosas calabazas, repollos y judías verdes. No recuerdo haber dado semillas de esas plantas a mis hijos, pero se ve que la naturaleza es un poco aleatoria. Tampoco esperaba que mis hijos fueran mulatos y por unas complicadas mutaciones genéticas que me explicó mi mujer, al final, resultaron tener tono café con leche.

Comienzo la recolección; a la vez voy pensando en utilizar las calabazas para puré, las pipas para aperitivo sano y con la parte interior hacer cabello de ángel y desayunar bayonesas, que el Dog Chow me está dando ardores. De repente un grito rompe mi tranquilidad. Alguien chilla desesperado: “Fuera de ahí ladrón. Esas calabazas son mías.” Pienso que un caco debe de estar robando las calabazas a algún hortelano vecino, hasta que un disparo levanta una pequeña nube de polvo cerca de mi pie izquierdo. Me giro y veo a un señor entrado en años con una escopeta que se dirige hacia mí. Miro a mi alrededor buscando como salir de allí y en ese momento me doy cuenta de que quizás me he salido de la linde de la huerta de mi abuelo. Intento explicarme y disculparme a voces mientras corro, pero el paisano sigue disparando, me escondo detrás del coche. Me revienta un cristal y me revienta las ruedas, los restos de la ventanilla se me clavan en la calva y empiezo a parecerme al Ecce Homo, pero el de Borja después de la restauración. Echo a correr cuesta del Sauce arriba, a los treinta metros me paro sin resuello. El paisano parece haberse dado por satisfecho y no continúa su persecución. Me quedan cinco kilómetros para llegar a un sitio civilizado, mi refugio ha sido mancillado, no tengo adonde ir. Me pongo a andar en dirección al pueblo, siempre puedo pedir asilo en un bar o en el caso de que vuelva a aparecer el hortelano furioso, acogerme a sagrado en la iglesia.

Llego donde Carlos, me siento en la terraza y me pido una cerveza bien fría. Me ha visto muchas veces en peor estado y por eso ni siquiera pregunta qué me pasa. Le pido que ponga el Pet Sounds de los Beach Boys. Ya que está todo perdido, al menos me voy a dar la satisfacción de disfrutar de uno de los mejores discos que se han hecho nunca, ya se lo advirtió Brian Wilson a su mujer y no se equivocó. Incluso Lennon y McCartney reconocieron que escuchaban el disco para descubrir los muchos detalles que escondía.

Me sacan de mi ensimismamiento unas estelas blancas que recorren el cielo. Le pido a Carlos que me traiga otra y pienso que estaría bien (wouldn’t it be nice) que fueran vuelos de Ryanair y no misiles balísticos intercontinentales, God only knows.