VinylRoute

Web de música, entrevistas y crónicas

«El Corresponsal Espectador Anónimo»
Crónica del concierto The Rolling Stones – 1982

GRUPO: The Rolling Stones
UBICACIÓN: Estadio Vicente Calderón
FECHA: 09 de julio de 1982

«Anagnórisis»

Hace unos años, en TVE, emitieron una serie sobre viajes en el tiempo, con mucho sentido del humor, y a su vez, con cierto rigor histórico. En este caso, la máquina del tiempo no era tal, sino una suerte de galerías subterráneas y laberintos, poblados de puertas que accedían a fechas y lugares concretos de la historia de España. Lo divertido (es una comedia de aventuras) es que la institución que lo gestionaba era un ente gubernamental, “El Ministerio del Tiempo”, con sus funcionarios, su burocracia y su peculiar idiosincrasia. Los episodios consistían en la irrupción de agentes- funcionarios en distintas épocas, para arreglar desaguisados producidos en la línea temporal.  Como fan absoluto de dicha serie, hoy me voy a colar en dicho Ministerio y voy a atravesar la puerta que conduce al día 9 de julio de 1982…

… Y voilá, aquí estoy, en Pirámides, pero no en Guiza (Egipto), sino en la Glorieta con ese nombre que hay en Madrid, cerca del Manzanares. Hay un montón de gente que va y viene del cercano estadio Vicente Calderón; hoy no hay partido, hoy hay concierto, de los grandes, de los más grandes: sus satánicas majestades, The Rolling Stones.

Gracias al Gobierno Civil de Barcelona, que ha suspendido el concierto que debía celebrarse hoy en Montjuic, se repite fecha en Madrid. Por eso sé que voy a encontrar entradas en taquilla, es imposible volver a llenar un estadio con tan poco tiempo, y a este precio…

Me ha sido imposible encontrar billetes y moneda española de esta época por importe de 2.000 pesetas, así que voy a pagar en dólares, cuyos billetes llevan décadas invariables. Me acerco a la taquilla haciéndome pasar por un turista argentino, como se está celebrando el Mundial de Fútbol, es creíble. De entrada, el taquillero me ha puesto pegas por el medio de pago, pero cuando le he mostrado un billete de 50 $ y le he dicho que no espero cambio, le ha faltado besarme.

Y ahora a esperar, me muero de ganas por encontrarme con mi Yo de 16 años; ya sé que él no debe verme a mí, por las paradojas temporales y ese rollo, mas, aunque me vea, dudo que me reconozca, y mi hermana seguro que tampoco (el tiempo no ha sido muy benévolo conmigo en estos cuarenta y un años). Aun así, les seguiré de cerca, camuflado de turista (argentino). ¡Mierda!, ya se oye música dentro del estadio, seguro que han empezado los teloneros. Me he situado por las puertas de la grada Este, recuerdo que fue por esa zona donde nos colocamos. Ah, por fin, ahí me veo llegar, con una de mis hermanas (la que me precede en edad), su novio de entonces y unos amigos suyos. Joder, vaya pelazo que me gastaba por entonces, y para colmo ahora debo pesar unos treinta kilos más… que lástima.

Ya hemos entrado al estadio, y en efecto, la J. Geils Band lleva ya tocando un rato. Aunque no pierdo ripio, me veo el careto y sé que por dentro estoy cabreado. Odio llegar tarde, y aunque venga invitado por mi hermana (un misterio que ni ella ni yo hemos acertado a resolver posteriormente), me fastidia perderme ni un minuto del concierto.

Por suerte, se han dejado para el final las dos únicas canciones que conozco de este grupo, “Freeze Frame”, como el título del Lp que sacaron hace un año, y “Centerfold”, perteneciente también al mismo álbum. Me miro y noto que me han gustado. Es mi primer gran concierto y hoy, al igual que mi Yo16 estamos con los ojos bien abiertos intentando asimilarlo todo. De propina, la emoción de acudir por primera vez al estadio de mi equipo, aunque no sea para ver un partido.

Aunque no está lleno, hay muy buena entrada. El escenario es alucinante, enorme. Hoy en el cielo no hay ni una nube, y hace el calor típico del mes de julio en Madrid. Lo agradezco. Ya sé que hace un par de días cayó el diluvio universal, con rayos, truenos y centellas, y que todo el mundo, incluidos los propios músicos alucinaron con el “show” atmosférico; pero yo, prefiero los conciertos “secos”.

Ya ha caído la noche, se apagan las luces… madre mía, que excitación, el escenario comienza a poblarse… suenan los primeros acordes de “Under My Thumb”, la totalidad de los presentes entran en éxtasis, qué sonido tan brutal, Dios mío, nada que ver con lo de antes. Qué intro más larga…Por la esquina derecha del escenario aparece Mick Jagger, bailoteando, con esos pasitos característicos que (cuentan) le enseñó Tina Turner, y comienza a entonar … “under my thumb, the girl who once had me down…”.

El mundo, el tiempo, el espacio, se han detenido para mí, para mi Yo16 y para mi yo actual, y me temo que para el 99,99% del público presente. Esto es sin lugar a dudas el Mayor Espectáculo del Mundo. En el escenario, arropados por un par de teclistas y un saxo que están semi escondidos, está en pista el mejor quinteto Stone de todos los tiempos: Watts-Wyman-Wood-Richards-Jagger. Mi Yo16 no sabe qué le está pasando, pero no puede permanecer sentado, baila, agita los brazos y canta en un idioma inventado. Conoce más canciones de las que él mismo creía, gracias a sus hermanos mayores, y a su amigo el “beatlero”, que tampoco le hace ascos a los Stones.

Aunque la mayoría del público se pierde con los temas más recientes, hasta cinco de su último Lp ,“Tatto You”, de 1981, los clásicos de siempre son vitoreados, cantados y bailados. Suena el riff inconfundible de “Start Me Up”, que se convertirá en un clásico para siempre; llevamos unas dos horas, pero nadie quiere que este sueño termine. Otro riff inconfundible… ¿será la que creo? Casi… es “Jumpin´Jack Flash”… Y se acabó ¡¡¡no puede ser!!! Mi Yo16 mira a mi hermana con cara de “¿hay que irse ya?” Pero no se mueve ni un alma, gritan y corean y piden, exigen, otra, otra, otra. Una pausa que se ha hecho eterna y otra vez un riff inolvidable, eterno… esta vez sí, esta me la sé al dedillo “(I Can´t Get No) Satisfaction”… terminan el clasicazo, y ahora sí que sí, se van de verdad, con fuegos artificiales, que surgen desde detrás del escenario; para que no haya lugar a dudas que ya no van a salir más. Como para exigir, han tocado veinticuatro temas, y prácticamente han sonado todos sus éxitos.

Ahora toca volver a casa, pero no a la mía. Mi hermana, que en este momento tiene 21 años, trabajo estable, y vive independizada con su novio (igualito que cualquier joven de 2023) se lleva a mi Yo16 a dormir a su casa. Pero yo no voy a dormir, ni hoy ni en varios días, hasta que el chute de adrenalina me baje.

Tal como canta Lapido en “Tiempo muerto” (2023) … “El niño que fui, me mira y se aleja”. Vuelvo a cruzar la puerta del Ministerio del Tiempo, y regreso al presente. He vuelto a comprender el por qué, de alguna manera, me cambió la vida ese 9 de julio de 1982.

(*) Anagnórisis, en el campo de la literatura, se trata de un suceso que modifica la conducta posterior de un personaje, es un recurso de la retórica que lleva a un personaje a descubrir y reconocer su identidad.

Luis Guilló
Corresponsal Espectador Anónimo… más de cuatro décadas viendo, escuchando y sobre todo, disfrutando de la música.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *