«El corresponsal Indie»
Nine Inch Nails – The Downward Spiral – 1994
GRUPO: Nine Inch Nail
TÍTULO DEL ÁLBUM: The Downward Spiral
AÑO: 1994
DISEÑO: Russell Mills
Oliver Hardy y Stan Laurel en 300
¿Es razonable ir a un concierto en Madrid a finales de julio, con casi 40 grados y en un local cerrado? No es razonable y, ni siquiera, saludable, pero, como les ocurriría años después a Cristina y Elena con las vacunas, me lo ofrecieron y accedí.
Tocaba en su gira de “despedida” Nine Inch Nails, banda americana de lo que se suele catalogar como rock industrial. Digo “despedida”, porque años después se volvieron a reunir dejando obsoletas nuestras camisetas conmemorativas.
No era un grupo del que fuera un seguidor fanático pero tenía dos de sus discos “The Downward Spiral” y “The fragile”. Luego había dejado de seguirlos, ya fuera, porque había otras cosas que me interesaban más o porque había dejado de tener noticias suyas.
The Downward Spiral es un disco conceptual. Un producto de su tiempo, 1994, cuando aún no existían las plataformas musicales que te permiten crear listas interminables de canciones favoritas y que hacen que desistamos del esfuerzo que supone escuchar un disco completo y contemplarlo como una obra en su conjunto y no como la suma de 14 canciones.
El disco es tenebroso e intenso, habla de la autodestrucción, de la religión, del amor, del rencor y el dolor que provoca su fin. Todas sus canciones tienen un ambiente oscuro y un poco asfixiante creado por la batería, los sintetizadores y las guitarras distorsionadas.
Y de la oscuridad a la luz, aquel 30 de julio salí de la boca de Metro de la Estación del Norte con el sol cegándome para dirigirme a La Riviera, el calor era terrible, intentaba andar lo más despacio posible para no empezar a sudar. En unos minutos, llegué al bar-bodega donde solíamos calentar antes de entrar en la sala, allí estaba Jesús que me iba a acompañar al concierto.
Lo encontré rodeado de un paisanaje un tanto extraño. Lo habitual en los conciertos indies es ver gente ataviada con camisetas de colores chillones que contrastan con sus pieles un tanto pálidas, una buena cantidad de gafas de pasta y físicos poco preparados para el esfuerzo. Lo que allí había era una reunión de camisetas negras, más tatuajes que en un documental de Sergio Ramos y músculos como para salir en un calendario de bomberos. Digamos que nosotros éramos la nota discordante, camisetas de color, sin tatuajes, y, uno por orondo y otro por enjuto, alejados del canon de belleza de gimnasio.
Ahora que tan de moda se han puesto eso que llaman crossovers, (Para el que no lo sepa, consiste en juntar personajes, sobre todo superhéroes, aleatorios y sin conexión aparente entre ellos en una misma película) nosotros protagonizamos uno sin saberlo, éramos Oliver Hardy y Stan Laurel con los espartanos de 300.
Una vez en La Riviera, Trent Raznor ofició de Leónidas. Mientras nosotros pensábamos encontrarnos un hombre destruido por sus adicciones, salió al escenario una estrella del rock en plena forma en todos los sentidos, con una voz poderosa y más fuerte que el vinagre. Ahora se entendía la apariencia de los que allí se congregaban.
Nine Inch Nails dio un concierto alejado de lo que podíamos esperar, las canciones más conocidas (Closer, Hurt o March of the pigs) sonaban tocadas de una forma totalmente diferente, a veces irreconocibles. Sacaron su versión más dura y el público, también nosotros, entró en una especie de éxtasis colectivo de sudor, ruido, furia y cerveza.
Al terminar el concierto no nos quedó más remedio que acudir al tenderete del merchandising, nuestras camisetas estaban empapadas, así que, decidimos cambiarlas por otras y honrar el espectáculo que acabábamos de disfrutar.
Salimos a la noche madrileña deshidratados, felices, en pantalón corto y con unas bolsas de plástico que habíamos pedido para meter nuestras chorreantes camisetas. Con esta pinta nos dirigimos a rematar la faena en alguno de los garitos del Viaducto ante la mirada asombrada de puertas y camareros.
Gustavo Sánchez «El Indie»
Lo ha comentado muy bien el comentarista indie. Dos detalles mas: Aforo a lo Madrid Arena y una base ritmica q temblaba la palmera. NIN eligen muy bien repertorios no trillados y desarrollados sin pausas q convierten los conciertos en espectaculos diferentes y sorprendentes
Es cierto, estaba petado. Lo del control de aforos cambió mucho después de la tragedia del Madrid Arena. Y la palmera iba acompañando a ritmo la tralla que metieron.
Ni puñetera idea del grupo… pero me declaro fan incondicional de tus crónicas
Yo tampoco conozco el grupo, pero el corresponsal Indie me ha encantado!! Gracias a él ya se un poquito de estas personas cantarinas humanas!!!
Ya lo dije y lo repito, que buenas crónicas corresponsal Indie. Del disco sigo haciendo honor a mi incultura musical, pero sólo por leerle merece la pena. Digo como Pipí, sigue escribiendo que yo soy también fan incondicional
Que buenas tus crónicas , me encantan . No fui al concierto pero puedo imaginarme la pareja de Laurel y Hardy, rodeados de la gente que describes tan bien .
Espero tus próximas crónicas Indie