«Hippies auténticos vs hippies de palo»
Love – Forever changes – 1967
GRUPO: Love
TÍTULO DEL ÁLBUM: Forever changes
AÑO: 1967
En 1967 pasaron dos cosas de vital importancia para esta crónica. La primera es que nací. No, no es narcisismo ni egolatría. Es que si no hubiera nacido, ahora no estaría haciendo la crónica. La segunda, Love editó su tercer trabajo: Forever changes.
El disco de los californianos no ha envejecido. Los 54 años de este vinilo no pesan cuando se escucha. Es, sin duda, un LP mítico de la historia del rock –a mí modesto parecer y de los que hacen camisetas musicales; tengo una-. Y digo rock aunque podría decir muchas cosas. Cosas como folk, psicodelia, pop (con los apellidos que se le quiera colocar, como barroco).
Arthur Lee -hippie de los de verdad y de los primeros, primeritos; muchos dicen que lo fue antes que Jimmy Hendrix- compositor, vocalista y guitarrista, te lleva con su música a su mundo.
¿A qué mundo? A los años 60, a California, a las drogas… No recuerdo nada de los 60 (y mira que tengo buena memoria), nunca he estado en California y no he consumido/consumo más que drogas legales (tabaco, alcohol, barbitúricos con receta y First dates). Sea como fuere, esté disco te transporta. Es oír los primeros acordes de la guitarra de Lee y viajas a esos años donde la libertad era algo más que un eslogan electoral, donde había esperanza, ganas de vivir, de aplastar la hierba con la espalda. Viajas a la Costa Oeste en una Ford Econoline y te encuentras con tus amigos y amigas en Haight-Ashbury para compartir un poco de marihuana y algo de LSD. Repito, no he probado (salvo en ocasiones puntualísimas) drogas ilegales, pero con el Forever changes tengo la sensación de que conozco el estado al que se eleva el espíritu al consumirlas. El disco suena a todo eso y a más.
A más. Porque es un trabajo original, repleto de matices que solo suena a Love. No te recuerda a ninguna otra banda ni mucho menos solista. Una vez oyes el disco, lo identificas, no hay pérdida, no hay duda.
Cierto es, que me habría gustado vivir los 60. Revolución, humanismo renovado, primeros atisbos de conciencia medioambiental, literatura –tras la siembra de la Generación Beat- con obras como Matar a un ruiseñor, Solaris, La naranja mecánica o la muy de moda Dune. Cine con iconos como Lolita, Easy rider, El Dorado o La semilla del diablo. Y, sobre todo y ante todo, amor libre.
El hombre llegó a la Luna, la moda permitía todo tipo de looks y la esperanza en conseguir un mundo mejor estaba al alcance de la mano.
Sesenta años después, todo se ha ido al traste. La falla de San Andrés –a pesar de los vaticinios, precisamente de esos años-no ha fallado, pero hay terremotos de conservadurismo rancio, de progresía anclada en pasados remotos (¡gente joven que se declara comunista! ¡viva la ignorancia!), de patéticos nacionalismos y de sexo… De sexo, mejor no hablemos. Vivimos en una sociedad timorata donde las mujeres (algunas, no todas) se equiparan a los hombres en actitudes trogloditas y hay leyes para normativizar la libertad sexual de personas que viven encasillados en siglas (LGTBIQ+), cuando la libertad sexual, en esencia, se debería mover por cauces no horadados. Las drogas se consumen no para experimentar, no para viajar a las antípodas de la mente, si no para salvar un día de trabajo duro o reventar el fin de semana sin disfrutar de sus verdaderas y posibles ventajas. Las cosas han cambiado, pero pinchar Forever changes en tu tocadiscos y disfrutarlo con unos buenos auriculares te hace entender que hubo un tiempo en el que todo parecía a punto de cambiar. Y no, cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero éste, yo creo que sí.
La crónica genial, me ha encantado!!
Totalmente de acuerdo lo que comenta el cronista de los años 60 y también con lo que nos cuenta de la banda.
Forever changes sin duda un discazo.
La crónica del disco buenísima. Y la de la época, aquella y esta, aún mejor.