«El corresponsal Indie»
Led Zeppelin – Led Zeppelin IV – 1971
GRUPO: Led Zeppelin
TÍTULO DEL ÁLBUM: Led Zeppelin IV
AÑO: 1971
Hijos de la Gran Bretaña (I)
Asumo mi primera misión especial como director creativo.
La embajada del Reino Unido en Madrid se ha puesto en contacto con los gerifaltes. La delicada situación de Boris Johnson está empujando a su gobierno a tomar medidas “vistosas” para recuperar la popularidad.
Una de las que se las ha ocurrido es ayudar a la promoción de su música. Parece que muchos músicos británicos están que trinan por las dificultades que les ha ocasionado el Brexit para cerrar giras por Europa. El Gobierno de Su Graciosa Majestad, en su momento, no aceptó un acuerdo que les ofreció la UE para eximir de visado a los artistas, con los consiguientes problemas para los grupos que intentan trabajar fuera de las islas.
Ahora tratan de congraciarse con ellos cerrando acuerdos para darles mayor relevancia internacional. Ya han trabajado en un plan similar con el New York Times, la revista Rolling Stones, el Asahi Shimbun o el China Daily. El siguiente paso es lanzar campañas más orientadas a las redes sociales y han visto en VinylRoute un vehículo para llegar a los 543 millones de hablantes del español.
Mi misión consiste en ir a Londres a una reunión en el 10 de Downing Street y traer un sustancioso acuerdo firmado bajo el brazo. Pregunto si alguno de los aviones está disponible, me dicen que no, que tienen toda la semana comprometida en viajes a Suiza y a Jersey, esa es la razón por la que ninguno de los gerifaltes me puede acompañar. Me han sacado un billete en una aerolínea de bajo coste que sale a las 6.00 de la mañana de Barajas.
A las 3 y cuarto de la mañana ya estoy el primero para pillar buen sitio, en RRHH no han querido abonar el sobrecoste del pase prioritario.
Después del largo proceso de arrebatar el equipaje de mano a los que hacen cola detrás de mí para meterlo en bodega, algún pasajero se resiste y finalmente acaba acompañando a la bodega a su equipaje. Comienza el embarque. Primero pasan los que se han gastado el dinero en sentarse antes, luego los que viajan acompañados de niños, luego los que tienen problemas físicos, los del club de fans de Madonna, los aficionados al aeromodelismo, por fin, todos los demás que han aprovechado que he dado una cabezadita para colarse; entro el último.
Me sientan en una especie de transportín, del sueño que tengo no puedo ni quejarme. Después de atender a las instrucciones de seguridad me quedo profundamente dormido. Me despiertan para ofrecerme café o té. Me despiertan para ofrecerme participar en una rifa a beneficio del dueño de la aerolínea. Me despiertan para ofrecerme perfumes. Me despiertan para ofrecerme relojes. Me despiertan para ofrecerme un sándwich de mortadela a precio de caviar iraní. Me despiertan para avisarme de que me he quedado dormido. Me despierta una fanfarria, hemos llegado.
Aterrizamos puntuales en el Aeropuerto de Stansted. Un coche oficial viene a recogerme a pie de pista. Sorteamos todos los controles de seguridad y salimos hacia la autopista M11. Los casi setenta kilómetros que hay hasta Londres me permiten observar lo mucho que ha cambiado el Reino Unido desde la última vez que estuve aquí, poco antes del Brexit. Ahora que no están sometidos a la tiranía de los burócratas de Bruselas, han podido elegir un clima más benigno. A pesar de que aún es invierno, el sol brilla imponente, no hay rastro de nubes en el horizonte y una brisa cálida mueve las palmeras. Adelantamos a multitud de descapotables conducidos por hermosos británicos bronceados de dientes perfectos. Bandadas de tucanes nos sobrevuelan y a los lados de la carretera gacelas y guepardos compiten en velocidad con los automóviles.
Imagino que, como parte del plan de Boris Johnson en el equipo del Jaguar suena a todo volumen uno de los mejores discos publicados nunca por un grupo británico, “Led Zeppelin IV”. Con este disco Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham respondieron a las críticas suscitadas por su disco anterior y a golpe de riff de guitarra, contundencia en la batería y canciones incontestables de rock y acercamientos al folk plantaban su bandera de reyes del rock and roll de los setenta. Hay canciones increíbles, tan reconocibles como Black Dog y Rock and Roll, pero además nos regalaron la icónica Stairway to Heaven.
Conocidos son los excesos atribuidos a los miembros de la banda que incluyen orgías multitudinarias, drogas, alcohol, zoofilia, destrozos en hoteles y que tuvieron un trágico final con la muerte de Bonham ahogado en su propio vómito en la mansión de Page.
Muchas suenan a leyendas inventadas, como la del sexo con un tiburón, pero conocí hace años a un norteamericano entrado en años, republicano hasta la médula, que había sido policía en Chicago y … guardaespaldas de Led Zeppelin en sus giras americanas. Me confirmó que era unos tipos incontrolables, que en la vida había tenido un trabajo más estresante, pero también eran lo más grande que él había visto nunca encima de un escenario, unos genios absolutos.
Llegamos al 10 de Downing Street, no podía pensar, antes de atravesar el umbral y saludar a los muchos fotógrafos apostados a la entrada, que el espíritu excesivo de Led Zeppelin estaba tan vivo.
Entro en la sede del Gobierno británico, me llevan por pasillos pintados de color crema con cuadros a ambos lados. Al fondo se oye una musiquilla que creo reconocer, suena un piano y un coro de voces lo acompañan. Un mayordomo vestido con una guayabera abre una puerta que da a una gran sala con unas columnas jónicas en el extremo opuesto.
La estancia está llena de humo, no todo lo que huelo es tabaco. Recorremos la sala y entre el espeso “fog” distingo: grupos bailando, gente bebiendo, mucho, parejas acarameladas, mucho, un stríper vestido de “bobby”, una cebra y un pianista rubio despeinado que aporrea el piano mientras canta en español con mucho acento: “Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo, como los gorilas todos caminamos”.
Cuando estoy a su altura se gira hacia mí y me saluda, entiendo que me dice que está encantado de conocerme y que si me gusta lo que han preparado para recibirme. Le digo que no me esperaba que montaran una fiesta en mi honor. Me dice que la fiesta no es en mi honor, que es la típica reunión de trabajo mañanera con desayuno fuerte, que lo que es en mi honor es “El baile del gorila”. Se lo agradezco con lágrimas en los ojos, no de la emoción, sino por la concentración de humo; en el techo unos gorros de ducha tapan los detectores antiincendios. (Continuará)
«A pesar de que aún es invierno, el sol brilla imponente, no hay rastro de nubes en el horizonte y una brisa cálida mueve las palmeras. Adelantamos a multitud de descapotables conducidos por hermosos británicos bronceados de dientes perfectos. Bandadas de tucanes nos sobrevuelan y a los lados de la carretera gacelas y guepardos compiten en velocidad con los automóviles.» Pero tu estás seguro de que has estado en Londres?????? Jajajaja. Esperando la continuación a ver en qué termina este cachondeo. Por cierto, si estando allí dimite el presidente pide primicia. Sigues siendo genial Indie
Desde el Brexit ha cambiado todo a mejor.
Tus tours siempre están llenos de imprevistos.
Eso hace que las creatividad en tu crónica sea sobresaliente, a la par que graciosísima.
Ese Londres tan cambiado desde el Brexit, no pienso perdermelo.
Led Zeppelin lo más.
Indie espero tu segunda entrega ansiosa, mientras cuídate y no hagas excesos en esas fiestas que te preparan, no te dejes llevar por el espíritu de Led Zeppelinnnnn