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«La embajadora de VinylRoute»
Extremoduro – Yo, minoría absoluta – 2002

GRUPO: Extremoduro
TÍTULO DEL ÁLBUM: Yo, minoría absoluta
AÑO: 2002
FOTOGRAFÍA: Javier Salas

El día que conocí (de verdad) a Vicente Esplugues

El pasado viernes tuve la oportunidad de ver una entrevista producida por mi profesor de radio, Germán (el profe más enrollado de este curso, del que ya os hablaré en otra ocasión) a Vicente Esplugues. Para los que aún no lo conocéis (cosa que estoy segura que querréis hacer), el padre Vicente es un sacerdote, misionero y amante del rock nacido en Valencia, que celebra misa en la Parroquia de Nuestra Señora de las Américas, en pleno barrio pudiente de La Piovera, en Madrid. Además, colaboraba como responsable de la sección “La sotana metálica”, en Radio Nacional de España. Hasta aquí todo puede parecer normal. Pero…¿y si os digo que es un “cura heavy” en toda regla, que da misa con sus pendientes y anillos metaleros, que a pesar de sus 50 años habla como los chavales de 20 y que sus misas son de lo más apasionantes?

Tengo que reconocer que la entrevista me impactó a la vez que me gustó enormemente. Vicente es un comunicador con todas las letras, vive el mensaje y sabe transmitirlo. Él mismo decía que “el que está apasionado, apasiona”. Y desde luego que al padre Vicente no le falta pasión. La energía y el buen rollo que emite desde el minuto 0 no tiene precio. Su lenguaje “madraca”: el tronco, festi, birras, la pasta, me mola, pilotar… como poco llama la atención e incluso diría que “mola mazo”. Hasta aquí podríamos definirlo como el cura heavy moderno. Pero es que Vicente es mucho más que eso. Aunque afirma que “cronológicamente” es heavy antes de recibir la llamada de Dios, Vicente supo desde bien joven cuál sería su vocación, que lo llevó a ejercer de misionero con tan solo 18 años en la fraternidad Verbum Dei. Con varios destinos a sus pies como Venezuela o Camerún, el sacerdote es la clara evidencia de la atracción entre polos opuestos y la mejor apuesta para acercar a Dios incluso al joven más radical.

Pero el currículum de nuestro pastor no se queda ahí. Es licenciado en teología, fue capellán universitario en Aparejadores y es autor de los libros “Escuelillas de Vida”. Además, conoce de primera mano el mundo de las redes sociales. Dirige un blog y un canal de Youtube en los que comparte su visión de la fe a todos los públicos.

Pues tanto me impactó la entrevista en cuestión que al día siguiente (sábado) se lo comenté a mi pareja. Para mi sorpresa, en cuanto escuchó las palabras “cura heavy” me preguntó : “¿cómo dices que se llama?”, “Vicente Esplugues” -musité. Y la carcajada a continuación confirmó mi inmediata sospecha. Resulta que el padre Vicente era en realidad “Vicen” para mi novio y su familia. El Vicen del que he escuchado hablar tantas veces y al que Alberto (mi novio) venera. He de reconocer que como buena agnóstica que soy, nunca he prestado demasiada atención al tema, ya que no me interesaba realmente. Es más, incluso había estado en una comunión hace un par de años con Vicente como sacerdote. Supongo que el barullo, los niños, las fotos y todo lo que ya sabéis que implican estas celebraciones me impidió centrarme en “Vicen”. Así que resulta que ya lo conocía (y yo sin saberlo). Pero es que esto no es todo. Hasta tengo en mi casa dos libros de mi novio, firmados y dedicados por el mismo “Vicen”. En mi propia casa, en la estantería de los libros expuestos con orgullo en nuestro salón. Y, una vez más, yo sin darme cuenta. Como bien decía José Saramago: “somos ciegos que pueden ver, pero que no miran”. Decepcionada conmigo misma, porque otra cosa no, pero observadora y cotilla soy un rato, me entró tanta curiosidad que le dije “mañana vamos a su misa” (sabiendo que Alberto iba de vez en cuando). Pues dicho y hecho. En la mañana siguiente (domingo), cogimos el coche y nos plantamos en la Parroquia sobre las 10:15 (para coger sitio, según mi novio). “Tampoco hay tanta gente, pensé”. Bien, pues fue sentarnos en uno de los bancos de madera oscura y en la iglesia empezó a entrar gente de todas partes. Mayores, jóvenes, niños, parejas, hermanos… 15 minutos después no cabía un alma más. Yo estaba expectante y, como buena periodista en potencia, preparada para tomar nota mental de cada detalle. A las 10:30, ni un minuto más, Vicente entró y todo el mundo se puso en pie. Con una sonrisa que ilumina, el párroco transmitía buen rollo por todos los poros. Su discurso atípico, real, verdadero, actual, sin florituras ni latinismos, me caló hasta las lágrimas. Porque con Vicente te ríes (y mucho), pero también lloras por lo veraces y potentes que son sus palabras. Su capacidad para relacionar actos y sucesos cotidianos como “el clásico” de la noche anterior con la profundidad del mensaje que quiere transmitir es extraordinaria. Salí contenta, renovada, en paz, y tarareando una de las canciones del coro. No quiero contaros más para que lo viváis por vosotros mismos (además, hay que respetar el misterio de la santa misa).

Sin embargo, lo más importante de todo es que por fin había conocido realmente a Vicente Esplugues. Primero su faceta más metalera y molona, su gusto por la música y por saborear la vida, y después, su dimensión más profunda y  espiritual, aunque igual de cercana que la anterior. Inmediatamente sentí la necesidad de contarlo y compartirlo porque esto ha sido muy heavy (nunca mejor dicho).

Y es que toda esta historia me lleva a hablar sobre un disco al que guardo especial cariño y que encaja a la perfección con la aparente antonimia entre Dios y el hard rock: Yo, minoría absoluta, de Extremoduro. Un disco sin artificios, al igual que nuestro cura. Con Jesucristo crucificado en la portada, deja libres las interpretaciones. Un disco que, además, guarda probablemente mi canción favorita del grupo extremeño: Cerca del suelo. Canciones que me recuerdan a mis 16 y 17 años, época en la que me dio muy fuerte con Extremoduro o Marea. Y aunque ya no los escucho tanto como antes, jamás podré olvidar los versos rebeldes que dicen:

“No queda en pie ni una regla que no podamos saltar

Ni límite por atravesar

Quedamos cerca del suelo…”

Alexia F.

8 thoughts on “«La embajadora de VinylRoute»
Extremoduro – Yo, minoría absoluta – 2002

  1. Gracias por compartir tu experiencia. Conozco a Vicente. Lo describes tal cual es. Me alegra mucho todo lo q has vivido al conocerlo más de cerca. Alicia H.

  2. Alexia tu crónica me ha encantado, me has enganchado desde el minuto uno.
    Evidentemente no te has equivocado al elegir tu profesión.
    Enhorabuena y espero que sigas compartiendo con nosotros más vivencias tuyas!!!

  3. Muy buena la crónica de esta futura buena periodista, según nos ha demostrado. Me encantaría ver una clase de ese profesor que dices es tan enrollado. Y en cuanto a Vicente mo tengo el gusto de conocerle personalmente, solamente por su entrevista en esta web, VinylRoute, donde me sorprendió un montón pues en un principio, por su aspecto si manera de expresarse, no me esperaba fuera cura, heavy si, pero cura no. Me encantó su vehemencia y hoy tú me has traspasado la tuya hacía él, eso es lo que debe hacer un buen periodista. Muy buena la crónica Alexia y muy bien el otro día en la entrevista

  4. De periodista a futura periodista, Alexia una historia bonita y muy bien contada. Has descrito perfectamente la capacidad de trasmitir que tiene Vicente. Su mensaje nos hace vibrar a muchos. Intuyo que habrá mas misas de 10.30 en tus domingos y seguro que sus palabras tendrán eco en muchos lunes, martes, miércoles…de tu vida. Suerte en esta difícil profesión.

  5. Alexia con esta crónica se ve de lejos que ya se te puede considerar una gran periodista. Me ha gustado muchísimo y espero que, en otras ocasiones, escribas nuevas crónicas. Ha sido muy entretenido leerte. Gracias

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