“Fabricando recuerdos”
BB Sin Sed – BB Sin Sed – 1987
GRUPO: BB Sin Sed
TÍTULO DEL ÁLBUM: BB Sin Sed
AÑO: 1987
DISEÑO: Soriano
FOTOGRAFÍA: Cristóbal Alias
Siempre me he considerado una persona inmadura y creo que he actuado como tal. Si buscas en una enciclopedia médica “complejo de Peter Pan”, aparece una foto mía. Fijo.
Acabo de volver de hacer unas pocas etapas del Camino de Santiago y no, no he madurado, pero sí he comprendido que el susodicho complejo está más extendido de lo que pensaba y que puede unir a los “acomplejados” siempre que, como en este caso, se enorgullezcan de su tara.
Dos años sin ver a un amigo que lo es desde los cinco es duro. Reencontrarte y sentir de nuevo esa unión indeleble es una puta pasada.
Primera etapa. El día amanece con niebla, pero con una temperatura agradable. Al ir haciendo camino, el sol se fue abriendo paso y empezamos a disfrutar de nuestra inmersión en los campos gallegos. Una primera cerveza nos blindó de los sonidos del entorno y nos proporcionó la lucidez adecuada para transportarnos a un mundo mucho más íntimo, pero al mismo tiempo más expansivo. Necesitábamos hablar y allí estaban ellas, “las chicas de los palitos”, para traer hasta nuestra memoria momentos desaparecidos en el desván de lo que fue para compartirlos. En un primer momento sus cualidades físicas fueron objeto de nuestro interés cuasi antropológico (más tarde descubriríamos que sus cualidades intelectuales y espirituales no les iban a la zaga) . Al instante siguiente, con lo que nos hicieron esperar en la cola del bar al no encontrar la mascareta, pelearse con los palos de andar -que se les caían una y otra vez cuando no se les enredaban con las cinchas de la mochila, con sus piernas y brazos… temimos por la integridad de nuestros ojos y genitales-, pedir un cortado de un cortado, bocadillos a medias, una parte con queso y la otra sin, buscar desesperadas –en un ataque de paroxismo temerosas de perder la Compostelana- el pasaporte para que se lo sellaran y demás mandangas, empezaron a perder puntos; estábamos sedientos.
Y es que, todavía no nos habíamos desprendido del equipaje tóxico que traíamos. El inicio de la temporada laboral había sido complicado. Con la pandemia coleando, letras que pagar, pleitos que solucionar y amigos a los que perdonar, veníamos desinflados de Madrid: conciertos a deshoras y retrasos en vuelos y trenes no ayudaban. Pero fue poner de nuevo el pie en el camino –tras la ingesta de un par de birras- y, entre alcornoques, pinos y eucaliptos, comenzaron las bromas de siempre, para, acto seguido, comenzar a fabricar nuevos recuerdos. Recuerdos que íbamos a fabricar, y a conciencia, con las dos chicas de la cola del bar, las de los palitos.
Y es que, de alguna manera, estábamos experimentando algo que creíamos que ya no era posible; la reconciliación con nosotros mismos. Nos sentíamos limpios, ligeros, libres. Nuestra mente vagaba empezando a entender lo que tiene de mágico el camino, el equilibrio con la naturaleza, la inyección de energía, el renacimiento, que proporciona esta experiencia. En definitiva, formábamos parte de un todo inmenso, poderoso y anestesiante. La tranquilidad se había instalado en nuestra alma y la estábamos saboreando.
El mundo, de pronto, era puro, cálido y amable. El mundo, de pronto, era una ruta que conectaba un par de pueblos de Lugo que también recorrían, entre tantos peregrinos, un par de chicas que si, como ya hemos dicho, eran bonitas de cuerpo, más lo eran de espíritu.
Tal vez para mucha gente sea habitual comulgar con otras personas y compartir sentimientos, para nosotros nunca ha sido fácil. Nunca lo ha sido, pero allí, en ese momento, no sentimos esa vergüenza que puede dar tratar cualquier tema que escapa a la esfera profesional. Nos sorprendimos hablando de espiritualidad, de si existe otra vida o algo más allá de lo terrenal, de si la religión es necedad o necesidad en medio de una existencia, a veces, tan absurda.
Hablamos de ex, de series de tv, de cine y de música, sobre todo de música. Compartíamos gustos y eso es una de las cosas que más unen. Ellas nos descubrían y nosotros las descubríamos y todos tarareábamos.
Así, poco a poco, fuimos dando forma a promesas aun cuando yo pensaba que eso –a ciertas edades- ya no era posible. Fue como volver a los 15 años y recuperar la capacidad de asombro, de proyectarte, de enamorarte de un paisaje, una melodía o una chica.
Ya, de nuevo en Madrid, me ha venido a la cabeza un tema de una banda de Sabadell, BB Sin Sed, que con Saltos del tiempo te transporta a ese universo que, a veces, te brinda la memoria. La voz rota de Xavier Vendrell me lleva de vuelta a Galicia, donde espero, dentro de un año, volver para seguir fabricando recuerdos… con las de los palitos.
Beber sin sed.
Es lo que hacemos normalmente, por mera rutina.
Nos movemos por inercia, siguiendo lo que nos marca la aguja de un reloj prefabricado.
Descubrir conexiones inesperadas es comparable a escuchar por primera vez la melodía de la que se convertirá en tu canción favorita. Tararearla sin fin; cerrando los ojos, viajando lejos, a cualquier otra parte.
Eso sí, es beber con sed.
Gallina de piel
Corazón roto. Crónica preciosa. Grandes los VinylRoute.
Después de este despliegue del cronista explicándonos su experiencia caminante, no me va a quedar más remedio que hacer el camino. Vive Dios!!!
Crónica muy emotiva y súper bonita.
Espero que las de los palitos hayan tenido la misma sensación.
Enhorabuena por ese camino y por la crónica vinylroute!!!
MUY MAL SE NOS TIENE QUE DAR!!!!!! MUY MAL SE NOS TIENE QUE DAR!!!! Repetíamos una y otra vez, mientras pasabamos coqueteando delante del espejo del cuarto de baño de nuestra habitación en Sarria, antes de iniciar el primer día del camino. Era el trivial grito de guerra de estos dos acomplejados Peter Panes, que llevamos repitiendo casi desde la eternidad, por cierto siempre con el mismo resultado. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que si existen las Campanitas del cuento, los polvos mágicos que te hacen volar y el destino que lo junta todo. Se aliearon los astros, como diría una amiga catalana. Tal vez. Pero «todo amor» y «terrenal», vestidos de Peter Pan, volaron por Galicia durante tres días en un viaje a nunca jamás.
Yo he hecho el Camino, que bien suena, pero lo hice de coche escolta de los verdadera caminantes. Mi marido, mi hija la mayor, mi nieto de 4 patas y una amiga de mi hija con otra compañera de 4 patas. En las últimas 3 etapas, se unió la pareja de mi hija, en Melide, donde el pulpo. 141 kms de un ambiente sano, verdadero, donde todo el mundo era alguien para el resto. Camaradería, así lo definiría yo. Me ha encantado la crónica, me ha hecho recordar aquella semana de ampollas en los pies, cansancio de mis caminantes y canciones, porque la guitarra también nos acompañó, como de costumbre. Mis Peter Panes, seguid siendo niños siempre, es lo más puro que existe. Me ha encantado. Gracias