“Todos somos culpables de un delito: no vivir la vida plenamente”
Robe – Mayéutica – 2021
GRUPO: Robe
TÍTULO DEL ÁLBUM: Mayéutica
AÑO: 2021
Tengo un alma para la poesía y un cuerpo para el pecado. Y lo aprendí pronto, muy pronto.
En mi adolescencia mis hormonas se codeaban con las escenas más románticas que podáis imaginar.
Los motores de mis primeras experiencias onanistas jamás fueron mujeres de cuerpo voluptuoso y mirada lasciva. Eran dulces chicas de mi edad, vestidas con un vaquero desgastado y una camiseta chula o, cuando me ponía sofisticado, falda de vuelo estilo años 50. Samantha Fox y Sabrina Salerno me parecían mujeres dignas de mostrarlas en el escaparate de una carnicería, nunca en mi particular imaginario.
Que yo recuerde, no he tenido tema con una chica el mismo día de conocerla; necesitaba profundizar para desearla, “tontear”, descubrir mis límites y los suyos para así incluirla en mi catálogo de chicas con las que soñar despierto.
Con el tiempo, colegí que no podía separar, ni en mi caso ni en los suyos, cuerpos de mentes, carne y personalidad, y un buen culo podía competir en igualdad de condiciones con una risa espontánea o la forma de enfrentarte a una hamburguesa doble. De alguna me he enamorado por la fruición con la que comía, de otra por cómo se hacía la coleta y de alguna más por su ligero estrabismo. Una vez cautivado de espíritu, me permitía elucubrar con sus cuerpos.
Soy un puto romántico y eso forma parte de mi filosofía de vida. He tenido relaciones platónicas de años y años y soy capaz de repetir, como si de la lista de los Godos se tratase, los nombres de las chicas que, desde párvulos (¡no exagero!), han anidado en mi corazón y mente.
También he tenido relaciones conceptuales difíciles de definir, pero emocionalmente satisfactorias, completas.
Del sentimiento de culpa, demasiado presente en mi vida, decir que el peor ha sido el relacionado no con lo hecho sino con lo que he dejado de hacer. De ahí, que el título de esta crónica lo lleve tatuado a partes iguales en alma y gónadas.
Y todo esto me ha venido a la cabeza escuchando el Mayéutica, de Robe. Un artista complejo. De esos que cuando tienes enfrente no sabes si te va a dar una hostia o a lacerar tu alma con una frase lapidaria, de las que te dejan tocado.
Robe nació músico, pero ha seguido creciendo como tal y lejos de las leyes del mercado discográfico se ha lanzado con un trabajo para hocicos finos, predispuestos a paladear una obra que abre con un interludio y cierra con una coda a los cuatro movimientos de esta joya poco habitual en pleno siglo XXI.
Robe ha hecho que lo que detestaba del rock progresivo de los años 70 -su ampulosidad, aires de grandeza y tintes mesiánicos- cobre fuerza y forma asociando guitarras eléctricas y filosofía, formas de entender la vida y música.
Y no, no se me hace largo ni siquiera el cuarto movimiento que roza los quince minutos de duración.
Robe me ha soltado una buena hostia que sigue reverberando en lo más profundo de mi cabeza.